21 Ago COPAS DE VIDRIO vs. COPAS DE CRISTAL
Verdades y mitos.
“Imagina que tienes delante de ti una garrafa de vino. Puedes elegir la cosecha que mejor prefieras para esta demostración imaginaria, así su reflejo carmesí será más profundo. También tienes dos copas. Una es de oro macizo ricamente adornada y la otra de cristal fino y transparente, como una pompa de jabón. A continuación, vierte el vino en una de ellas y pruébalo; según elijas una u otra yo sabré si eres un buen degustador de vinos o no.
Así, si no entiendes nada de vinos, te sentirás tentado a beber en una copa que ha costado una gran cantidad de dinero y si, por el contrario, eres un buen aficionado a las vendimias excelentes elegirás la copa de cristal ya que toda ella ha sido creada con la finalidad de revelar, en vez de ocultar, las cosas bellas que puede contener.”…
Fragmento de “The cristal globet”, Beatriz Warde (1932)
Beatriz Warde no era sommelière, ni periodista especializada en vinos… Era una tipógrafa inglesa -una de más influyentes del siglo pasado- y utilizó la metáfora de la copa de cristal en una conferencia que pronunció frente ante sus colegas, haciendo un paralelismo entre las virtudes de la copa y la tipografía.
A estas alturas, nadie cuestiona que la transparencia de la copa es fundamental a los efectos del análisis visual del vino. Pero no está tan clara la cuestión de la diferencia entre las copas de vidrio y las de cristal.
Como Warde, muchos amantes del vino hemos tenido siempre la convicción de que la copa de cristal es el mejor recipiente para degustar y disfrutar esta bebida. Pero… ¿en verdad existe una diferencia significativa? ¿Tiene influencia en el resultado final de la apreciación sensorial del vino?
Tal vez muchos se sorprendan al enterarse de que, en realidad, lo único que podríamos denominar “cristal” se encuentra en la naturaleza, y no es el material que se emplea en la fabricación de copas. Para las copas de “cristal” se utiliza un vidrio de calidad superior, también llamado “vidrio de plomo” o “vidrio óptico”, más fino que el resto y en consecuencia más caro. Imita la transparencia del cristal de roca natural, pero es producido industrialmente.
Para elaborar el vidrio se realiza una fusión a alta temperatura de arena sílica, carbonato de calcio y carbonato de sodio. Para lograr que sea incoloro y tenga más brillo se utiliza óxido de plomo. Usamos la palabra «cristal», entonces, para nombrar al vidrio que contiene un alto porcentaje de este elemento.
Las copas de alta calidad contienen aproximadamente 5% de plomo, pero el porcentaje ideal estaría entre 14% y 24%, el límite máximo que recomienda la Organización Mundial de la Salud.
La reconocida casa austriaca Riedel –pionera y líder indiscutida en el desarrollo de copas que realzan las propiedades de la bebida que contienen- está empleando dos porcentajes: uno de 24% para la cristalería “premium”, y otro de 16% para la línea más económica. Y está reglado que las copas AFNOR, indispensables a la hora de catar profesionalmente el vino, tienen que tener un 9% de plomo.
“Como una pompa de jabón”
¿Por qué preferimos el «cristal» para las copas? En primer lugar, no podemos soslayar que la belleza de este material hace que la experiencia de disfrutar un vino tenga un comienzo diferente, ante el placer que nos produce su sola contemplación. Por otra parte, la sensación táctil que logramos cuando utilizamos copas de cristal es mucho más agradable. Gracias a su delgadez y delicadeza, estamos de algún modo más cerca del vino, comenzando por los labios.
Pero no sólo el acercamiento hedonista al vino justifica que nos inclinemos por la cristalería de buena calidad. La práctica demuestra que el “cristal” permite una visión más clara del color del vino que la que se logra con una copa de vidrio común.
También se ha dicho que las copas de «cristal» absorben los aromas rápidamente y con persistencia, lo que tendría como consecuencia que el aroma del vino se prolongue durante más tiempo en la copa vacía. Hasta ahora no he encontrado noticias de investigaciones científicas que lo confirmen, pero en base a la experiencia me atrevo a decir que hay algo de verdad en esa afirmación.
Hay muchas variables que influyen en la calidad de un vino, y tienen que ver con factores que comienzan en el viñedo –mucho antes de la copa- y se prolongan hasta la botella. Una buena copa de «cristal» no va a alterar esas cualidades, pero nos ayuda a percibirlas y disfrutarlas mejor.